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Los políticos de mas rancia estirpe del PLD desde que fueron gobierno por primera vez en 1996, se nos presentaron como un regalo de Dios para gobernar a los dominicanos y enseñarnos a ser civilizados, permitiéndoles en su accionar ser engreídos, tozudos y prepotentes para civilizar, mediante la exhibición de una actitud arrogante y de mucho atropello a los demás. Con el paso de los años se ha agudizado y tienen la libertad de expresar, sin sonrojos, que ellos continuarían gobernando hasta el 2044.
Tal actitud tan marcada, de siempre pretender aplastar a la opinión pública, es por disponer de un cuerpo pensante de los medios de expresión, comiendo de sus manos con jugosos aportes del Presupuesto nacional, que a muchos de ellos les permite hablar de sus vacaciones de invierno en Vail, Colorado o del mejor vino español de la cosecha más rancia.

Los peledeístas, ante la ausencia de una oposición creíble, coherente y responsable, han podido armar una estructura mediática para aplastar a los dominicanos, suavizando sus acciones, presentándose como los mejores abanderados del civismo y protección de los intereses de los dominicanos, distinto a los que cada día se están destripando internamente, exhibiendo groseras ambiciones de querer ser presidentes y no darle paso a otros más capacitados, si no son ellos que se hunda su partido y el país, en consecuencia, el país seguirá sometido a la arrogancia peledeísta que muy bien se ganó el mote de los comesolos.
Esa creencia de la superioridad morada, y sus declaraciones como verdad inmutable, ha llevado a los peledeístas a inflar su ego autoritario, y no aceptan que nadie los rebata con argumentos; lo que ellos dicen, debe ser acogido como palabra divina; con resignación y obediencia ciega, someterse a un partido que surgió como una variante marxista que celebraba casi ya la victoria en Vietnam en 1973.
No es extraño la forma de como los gobiernos morados han logrado imponer varias reformas fiscales, que a nombre de mejorar la situación social de la mayoría de los dominicanos, han alcanzado niveles de recaudación nunca antes imaginado en la economía nacional. Pero con mayores ingresos, los niveles de corrupción se han elevado increíblemente, reflejándose por la percepción del ciudadano de que los políticos, pululando en torno al poder de turno, se han nutrido generosamente de esos recursos y ya no lo disimulan con sus gastos conspicuos, con sus comilonas, sus vehículos de lujo, sus residencias, sus amantes y una actitud despreciativa hacia los que fueron sus amigos y compañeros cuando ellos andaban en chancletas.
El autoritarismo de la administración actual trajo en cartera el plan de gobierno de los cuatro años para cada una de las actividades a realizar y ser aceptadas por todos, se pone de manifiesto en sus actuaciones donde se irritan cuando se les rebaten sus imposiciones desde arriba, como la famosa sentencia #168-13 que ha dejado muy mal parado al país al querer imponer un proceso para el cual el gobierno no tenía las herramientas de iniciar la organización de una situación que se arrastra desde cuando Haití se apoderó de los cuatro mil kilómetros cuadrados y se le santificaron en 1929 y 1936. El país no estaba preparado para contrarrestar las críticas cada vez más severas por haber actuado correctamente para defender la soberanía.

Y ese autoritarismo con manos de seda se puso de manifiesto en la forma tan altera y compulsiva al anunciar los nuevos niveles de tarifa para los peajes, que por la ola tan severa de oposición, obligó a las autoridades a retractarse y decir que eso era para estudio, pero los hechos al ver de como se están reconstruyendo y remodelando las estaciones de peaje, dicen otra cosa para el cobro en doble vía. De seguro se rebajarán las tarifas anunciadas ante la reacción tan adversa de la ciudadanía decidida a no aceptar esa terquedad y engreimiento de los funcionarios de que, sus decisiones, deben considerarse como mandato divino y aceptarse como tal como si fuéramos una gleba esclava sometida al todo poderoso partido.