PERO HOY LANGUIDECEN EN EL OLVIDO, AL TIEMPO QUE LA FIGURA DEL PRESIDENTE JUAN BOSCH SE AGIGANTA CON LOS AÑOS

Leonel Fernández
Memorable. Histórica imagen del instante en que el
presidente Juan Bosch, derrocado, sale al
exilio hacia Puerto Rico.
Santo Domingo.- Un día como hoy, hace cincuenta años, la incipiente democracia dominicana fue estremecida de muerte como consecuencia del golpe de Estado militar que puso fi n al primer experimento de ensayo democrático llevado a cabo en la República Dominicana después del desplome de la tiranía trujillista: el presidido por el profesor Juan Bosch.
Hay que recordar que en principio, por lo menos hasta el mes de junio de 1962, se creía que las elecciones programadas por el Consejo de Estado, para el 20 de diciembre de ese año, serían ganadas por el candidato de la Unión Cívica Nacional, el Dr. Viriato Fiallo.
Desde la muerte del tirano, en mayo de 1961, la Unión Cívica Nacional, primero como agrupación patriótica y luego como partido político, se había convertido en la organización de mayor apoyo popular en el país.
La razón se debía a que había logrado canalizar todo el sentimiento nacional antitrujillista, que era lo mismo que decir, todo el fervor patriótico de aquella época.

Sin embargo, desde su llegada al país, en octubre de 1961, luego de un cuarto de siglo en el exilio, el profesor Juan Bosch empezó a trabajar arduamente en la organización del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), y a establecer mecanismos de comunicación con el área rural y los sectores populares de la vida nacional.
Con sus frecuentes intervenciones radiales, Juan Bosch logró reorientar el debate público desde una postura puramente política, esto es, de trujillismo y anti-trujillismo, hacia una de carácter económico y social, que él defi nió como de división entre los tutumpotes e hijos de Machepa.
Social y político 
Lo que Juan Bosch obtuvo al encuadrar el debate nacional en esos términos fue el de desmitifi car la idea de que la lucha anti-trujillista desembocaba inevitablemente en una defensa del interés de los sectores más vulnerables de la población.

El anti-trujillismo de la Unión Cívica Nacional estaba dirigido por integrantes de la alta y la mediana clase media, de pensamiento político conservador, que con la desaparición del dictador aspiraban a heredarle en la conducción de la vida política nacional.
Bosch, por el contrario, al apoyarse en los sectores de extracción popular, quiso hacer entender que una vez desaparecida la dictadura de Trujillo, la consigna del momento pasaba a ser la de promover una revolución democrática que garantizase para los pobres justicia económica y social.
Al efectuarse los comicios del 20 de diciembre de 1962, Juan Bosch y el Partido Revolucionario Dominicano (PRD), salieron triunfantes, en forma abrumadora, al obtener el 58.7 por ciento de los votos, frente al 30.1 por ciento, de Viriato Fiallo y la Unión Cívica Nacional.
Más aún, el partido blanco logró alcanzar 22 de 27 senadores y 49 de 74 diputados, frente a los cívicos que sólo obtuvieron 4 senadores y 20 diputados.
En fi n, la victoria de Bosch y el PRD había sido tan contundente que no tendría que requerir siquiera del apoyo de sus adversarios en el Congreso para poder realizar su obra de gobierno. Todo eso, sin embargo, tenía una difi cultad; y es que esas elecciones no estaban programadas para que las ganara el candidato del Partido Revolucionario Dominicano. Por el contrario, habían sido diseñadas y programadas para que saliera victorioso el candidato conservador de la Unión Cívica Nacional, paladín del antitrujillismo, Viriato Fiallo.
Para los cívicos y sus partidarios, el triunfo de Bosch fue una sorpresa. Jamás lo habían sospechado. En todo momento se sintieron triunfantes; y cuando ocurrió lo contrario, sintieron con gran amargura que ese triunfo les había sido arrebatado de las manos por un atrevido advenedizo que, además de aplastarlos políticamente, los denunciaba como ricos tutumpotes. Y es que, en efecto, el certamen electoral de 1962 fue brillantemente conducido por el profesor Bosch hacia el terreno de lo social, más en consonancia con las aspiraciones de las mayorías nacionales, que hacia el ámbito de la política del anti-trujillismo, bajo la cual se ocultaban ambiciones y aspiraciones de mando y privilegios, de carácter particular.
Desafíos de la gobernabilidad 
Una vez instalado en el gobierno, sin embargo, a partir del 27 de febrero de 1963, Juan Bosch empezó a ser presionado por un conjunto de fuerzas que se coaligaron (entre las cuales estaban un núcleo de la Unión Cívica, algunos pequeños partidos políticos, un sector de la Iglesia Católica, un grupo de militares y determinados medios de comunicación), hasta producir su caída siete meses después de su juramentación como Presidente de la República.

El elemento utilizado para combatir el recién estrenado gobierno de Bosch fue el del anti-comunismo, lo cual se explica por los temores de la época surgidos del triunfo de la Revolución cubana a principios del año 1959.
Era tanto el miedo que había hacia el comunismo y su posibilidad de propagación hacia nuestro país y toda América Latina, en aquellos tiempos, que el presidente John F. Kennedy, al designar a John Bartlow Martin como embajador en la República Dominicana, le dijo que en la relación de los Estados Unidos con nuestro país, se ofrecían tres opciones de carácter político: un gobierno democrático, una dictadura tipo Trujillo o un régimen castrista.
Luego añadió que debería aspirarse a lo primero, sin descartar lo segundo, para evitar lo tercero. El mensaje era claro, y es que no cabe dudas, la Guerra Fría y la geopolítica regional del Caribe, impactada por el triunfo de la Revolución cubana, terminarían teniendo, por medio de la política del anticomunismo, una inmensa infl uencia en el comportamiento político de los sectores que condujeron hacia el precipicio al primer gobierno democrático del país en más de tres décadas.
Con los integrantes de la Unión Cívica Nacional, el problema fue que nunca le perdonaron el triunfo a Juan Bosch. Nunca comprendieron cómo fue que esa masa de “harapientos y andrajosos”, que él representaba, pudieron haberles arrebatado a ellos, los ilustres de la sociedad, lo que ellos entendía les correspondía por derecho divino: el poder político.
A partir de ahí, vino la intransigencia, la intolerancia y la conspiración. Pero, además, había otros pequeños partidos, algunos de cuyos líderes también habían estado en el exilio, y éstos tampoco lograron entender cómo fue que ellos lograron una votación tan exigua, que en el mejor de los casos no pasó del tres por ciento de los votos.
Aún así, hicieron causa común con propietarios de medios de comunicación y comentaristas de radio y televisión, para desatar, de manera enfurecida, una aviesa campaña de propaganda que tenía como objetivo desacreditar moralmente al gobierno electo por el pueblo.
Lo de la Iglesia vino desde la época de la campaña electoral en que se acusó directamente al candidato perredeísta de ser comunista, y aunque eso suscitó una polémica por televisión con el sacerdote jesuita, Láutico García, que fue ganada, en forma convincente, por Juan Bosch, el confl icto continuó durante el período gubernamental.
La razón estuvo en el hecho de no haberse incluido en la Constitución de 1963 una referencia al Concordato suscrito por el Estado dominicano con el Vaticano durante la era de Trujillo, y que protegía los derechos eclesiásticos, entre los cuales estaba, de manera importante, el de la enseñanza religiosa en las escuelas públicas.
Con los militares, fue un problema de prebendas y privilegios. Con el sector empresarial, el temor a la ley de confi scaciones y a la expropiación de tierras.
Por todo ello, a Juan Bosch nunca se le concedió tregua. Su gobierno de siete meses nunca tuvo respiro. Aún antes de asumir al poder, ya se hablaba de un complot para impedir su juramentación.
Una vez en el gobierno, todo fue asedio y acoso. Al fi nal, un día como hoy, hace cincuenta años, el 25 de septiembre de 1963, las fuerzas cavernarias de la historia que actuaron movidas por resentimientos e irresponsabilidad, alcanzaron su meta: producir el aborto del primer gobierno democrático surgido del alma y el corazón del pueblo dominicano, luego de tres décadas de tiranía y opresión.
Lo lograron, pero hoy languidecen en el olvido, al tiempo que la fi gura de Juan Bosch se agiganta con los años.